lunes, 22 de abril de 2013

¿Porque los sabios llevan bigote?

Recuerdo el perfume fugaz del grano de café recién tostado que recorría las calles aquella
mañana de abril, el sol que de forma intermitente iluminaba nuestra cara aún medio dormida
y cómo a cada paso intentabas convencerme de que tus pequeñas dimensiones no podían
carretear esa mochila medio vacía que bailaba entre tus hombros. Indiana Jones era tu héroe
pero, sus aventuras quizás podían esperar a ser vividas, demasiado cansadas para tu metro
veinte.

Estabas inquieto, algo angustiado, aquel día te tocaba demostrar al mundo que sabías contar
hasta el número nueve…y nueve cifras eran muchas. Del uno al cinco era sencillo pero, del
seis al número nueve una expedición en busca del arca perdida. Tu sombrero y tu látigo poco
podían hacer con las matemáticas.

Tu carácter impaciente añadía dificultades a la meta, pero tu razonamiento aún se regía por
la magia que surge al conectar un antes y un después haciendo al primero causa del segundo.
Einstein tampoco había sido buen estudiante, este argumento te quedaba algo lejos pero,
sabías pronunciarlo.

De este genio del mundo cifrado sólo recordabas un detalle: su bigote, y fue en ese preciso
instante cuando detuviste tu paso, tirastes insistentemente de mi mano y con el interrogante en
tu mirada me preguntaste:

-Tieta, per què els savis porten bigoti?

-Cerré los ojos un instante, me repetí las palabras que conformaban esa deliciosa pregunta y sin vacilar en la entonación te respondí:

-Per amagar la bogeria que els distingeix, Jac. Per dissimular així, la peculiaritat que el
seu somriure dibuixa.

No sé del cierto si comprendiste o si podías comprender esa respuesta, pero tu curiosidad
cuestionó la seguridad con la que la pronuncié.

-Tieta, n’has conegut mai un?

De nuevo las palmas de tus manos apuntaban al cielo, la sinceridad con la que cuestionabas
nos permitía llegar tarde a la escuela. No solo podía afirmar tu pregunta sino que quería poder
compartir contigo todo lo que los bigotes escondían.

Nos sentamos en un banco, la gente iba y venía pero, nosotros empezamos a perdernos juntos en el mundo del delirio y la incertidumbre.

Tots els savis tenen una qüestió que els caracteritza, Jac, un interrogant a resoldre. El
savi que jo vaig conèixer estava convençut que trobaria la resposta a la mar.
En la mar, tieta?- preguntó asombrado.

-Ese sabio convencido de la importancia de la mar, domaba las olas con su tabla de surf y
surfeaba el asfalto. Quizás sólo quería extender ese inmenso marco de posibilidad a todo
cuanto podía vivir, a todo cuanto podía experimentar. La ciudad también moría a cada marea y
despertaba a cada amanecer. Las calles, igual que las olas, podían desvelar la respuesta que él tanto anhelaba.

-Quin era el seu interrogant?
-“Què és l’amor?”, aquest era el seu interrogant. Què et sembla Jac, fàcil?

Su interrogante era engañoso, él lo sabía. Ya había dado múltiples respuestas a la cuestión
pero, ninguna le parecía suficientemente digna para albergar el significado del interrogante.
Su bigote, constantemente despeinado, constantemente perdido en la melancolía, seguía
arqueándose cada mañana para reproducir así el oleaje que bañaba su pensamiento. Al
deslizar los dedos entre su espesa barba se escuchaba el sonido de las olas al romper en la
arena, ese ronroneo, ese vacío audible que burbujea a cada ir y venir de la mar.

-Va trobar la resposta, tieta?
-A mi la mar m’ha donat moltes respostes, Jac. A vegades les respostes són nous
interrogants. Crec que ell la va trobar però, no sé si fou exactament la mar qui
respongué o si fou el seu bàtec insaciable que any rere any anà teixint la resposta.

Las campanas ya anunciaban las nueve, ambos sabíamos que en estos minutos habíamos
compartido un pequeño tesoro pirata. Quizás la amnesia no alcanzaría jamás estos instantes
interpretados a cuatro manos, quizás tú serías capaz de retener en tu frágil memoria la imagen
de ese sabio encima de su monopatín y quizás algún día su interrogante sería algo que tú te
cuestionarías.

-Jac, què sents les campanes? Fem tard! A veure qui arriba abans al capdamunt del
carrer Font Vella!
Jo!- sus piernas empezaron a correr, la mochila ya no pesaba tanto. Al fin y al cabo,
aún quedaba todo un día por delante.

--M



¡La respuesta está en las calles!


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